La noticia del aumento de Xbox Game Pass Ultimate a $29.99, no solo generó debate y críticas, causo cancelaciones masivas. En cuestión de horas, miles de jugadores intentaron cancelar sus suscripciones, provocando la caída total de la página oficial de Microsoft. El sitio quedó saturado, arrojando errores constantes y dejando a los usuarios atrapados, justo cuando más querían salir.
En redes sociales, el caos se volvió viral. “Microsoft causó un bank run en su propio servicio”, “$30 al mes por no ser dueño de nada”. El hashtag #CancelGamePass comenzó a circular con fuerza, acompañado de memes, capturas de pantalla y tutoriales para evitar el cobro automático. Algunos incluso recomendaron comprar tarjetas de regalo antes de que suban de precio, como si se tratara de una fuga financiera.
Muchos jugadores sienten que el espíritu original de Game Pass, acceso democrático, descubrimiento libre, comunidad, ha sido reemplazado por un modelo elitista, donde el contenido se reparte según cuánto pagues. “Cancelé y me di cuenta de que no tengo ni un solo juego. Solo alquilé tiempo”, escribió un usuario, resumiendo el sentimiento colectivo.
Si alguna vez Game Pass fue símbolo de inclusión gamer, hoy se convierte en lo opuesto a inclusión para los usuarios.
