En 1999, justo cuando The Matrix sacudía al mundo con su estética cyberpunk y filosofía de simulación, los hermanos Wachowski querían que Hideo Kojima, el genio detrás de Metal Gear Solid, desarrollara el videojuego oficial de la película. Lo contactaron directamente, lo visitaron en Konami, le llevaron a su artista conceptual y le dijeron: “Queremos que tú lo hagas”.
Kojima estaba interesado. Fascinado, incluso. Pero la respuesta de Konami fue tan rápida como brutal. Según Christopher Bergstresser, exvicepresidente de licencias, el ejecutivo Kazumi Kitaue simplemente escuchó la propuesta y respondió: “No”. Sin debate, sin análisis. Solo un portazo a lo que pudo haber sido una colaboración legendaria entre dos universos que redefinieron el siglo XXI.
El resultado fue Enter the Matrix, desarrollado por Shiny Entertainment y publicado por Atari. Un juego que intentó expandir el universo de la saga, pero que nunca alcanzó el potencial narrativo ni técnico que Kojima podría haber aportado. Y aunque el creador japonés mencionó el encuentro en su diario de producción de MGS2, el proyecto quedó enterrado en lo que hoy parece una línea de tiempo alternativa.
The Matrix y Kojima estuvieron a un paso de fusionarse. Pero Konami, en su obsesión por proteger Metal Gear, cerró la puerta. Y con ella, una oportunidad única de redefinir el videojuego como arte.
