Videojuegos de Pokémon activan una parte especial del cerebro según estudio

Según un revelador estudio de la Universidad de Stanford, quienes jugaron videojuegos clásicos de Pokémon dejo un impacto duradero en la estructura cerebral de quienes crecieron jugándolos.

En 2019, investigadores de Stanford decidieron explorar cómo las experiencias infantiles con videojuegos pueden influir en la organización cerebral a largo plazo. Eligieron Pokémon como objeto de estudio debido a su alcance masivo, lo que facilitó la participación de adultos que habían dedicado horas interminables a capturar criaturas en sus Game Boy durante su infancia (entre los 5 y 8 años).

Mediante resonancias magnéticas funcionales (fMRI), compararon la actividad cerebral de estos jugadores con la de personas que nunca habían tenido contacto con la franquicia. Mientras se les mostraban imágenes de diversas categorías visuales como caras, animales, objetos y personajes de Pokémon, los científicos observaron un fenómeno único:

Los exjugadores de Pokémon presentaban una activación específica en la corteza occipitotemporal ventral al visualizar criaturas de la franquicia, algo que no ocurría en el grupo de control.

Esta respuesta cerebral era consistente entre todos los participantes expuestos a Pokémon en su niñez, lo que sugiere un patrón universal en cómo el cerebro organiza estímulos visuales significativos adquiridos tempranamente.

El estudio destacó dos hallazgos clave:

  • La infancia es un período crítico para la plasticidad cerebral: Las experiencias visuales intensivas, como pasar horas observando los píxeles de Pikachu y sus compañeros en una pantalla pequeña, pueden generar representaciones neuronales especializadas y permanentes.
  • La localización de esta activación se explica por la retinotopía: Las criaturas de Pokémon, al ser vistas predominantemente en el centro del campo visual (región foveal), quedaron «mapeadas» en una zona cerebral dedicada a procesar estímulos centrales y detallados.

Esta investigación no solo refuerza el impacto cultural de Pokémon, sino que también ilustra cómo los videojuegos infantiles pueden moldear funciones cognitivas y perceptuales décadas después. Los resultados subrayan la extraordinaria capacidad del cerebro para adaptarse y especializarse en respuesta a experiencias tempranas, incluso aquellas tan aparentemente simples como coleccionar criaturas virtuales.

Para una generación que creció con Pokémon no fue solo un juego: fue una experiencia formativa que, literalmente, quedó grabada en sus mentes.

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