Hablemos en serio… Reflexionando sobre la cultura de inclusión y diversidad

El último par de meses, y podría decirse que de años, realmente; ha estado más que agitado en los predios de la cultura popular.

Cada cuadrante del entretenimiento digital se ha prestado, en algún determinado momento, a ser el artífice de bifurcación social dentro de sus audiencias, en una presunta búsqueda de expandir su exposición. O al menos eso dicen públicamente.

Todo esto viene acompañado de una reciente cultura de hiperliberalismo que toma lugar en la forma de personajes “tokenizados” y de historias reescritas basadas en propiedades intelectuales de antaño que han sostenido una base de seguidores por décadas.

¿Realmente había ausencia de diversidad en el pasado?

No lo creo. De verdad que no.

Desde actores como Denzel Washington, Viola Davis, Ian McKellen o Morgan Freeman, hasta estrellas multiculturales de la talla de Salma Hayek, Penélope Cruz, Luis Guzmán, Zoé Saldana, Michelle Rodríguez o Amaury Nolasco; el cine moderno siempre ha visto una vasta variedad de identidades basadas en lo religioso, cultural, étnico, racial, y hasta lo sexual.

Por el mismo tono… Los distintos cuadrantes de la cultura popular gozan de la presencia de personajes como Lara Croft (Tomb Raider), Samus Aran (Metroid), Beatrix Kiddo (Kill Bill), Bayonetta, Blade el caza vampiros, Spawn, Storm (X-Men), Alice (Resident Evil), La teniente Ripley (Alien) o hasta Ruby Rhod (The 5th Element) … Por mencionar unos pocos.

Los anteriores, contrario a la narrativa de turno compartida tanto por noticias como por medios de prensa que se auto denominan “activistas”, sucede que no caen dentro del satanizado contexto de un hombre blanco heterosexual cisgénero.

Entonces, ¿Dónde se supone que radica el problema?

En tiempos recientes, definitivamente no es un misterio que la calidad de vida en las propiedades intelectuales provenientes mayormente de Hollywood, entre otras partes de los Estados Unidos, ha estado llevando una curva de deterioro consistente.

Ante una ausencia de nuevos personajes, historias con sustancia, o iteraciones revolucionarias de ciencia ficción; el nuevo modelo de creatividad en torno al entretenimiento y la cultura popular ha sido, mas a menudo que no, retrabajar el arte de escritores, dibujantes, ilustradores y productores de generaciones pasadas.

En otras palabras… Una cultura popular llena de re-makes, re-boots, y spin-offs de propiedades queridas por una base de fanáticos es lo que predomina en el área del entretenimiento visual occidental.

Cosa que, dicho sea de paso, ha abierto puertas a que el número de consumidores de manga, anime, y cine independiente sea más grande que nunca. Ya sea por frustración, fatiga, o por un panorama cultural con una mentalidad más abierta y tolerante a lo “controversial”.

Todo empezó con una tendencia a la competencia centralizada…

En las palabras de mi buen amigo Adi Shankar: “Los artistas no compiten… Las corporaciones compiten y reclutan artistas para crear productos competitivos.”

Es exactamente un resumen de lo que está sucediendo.

Vivimos en tiempos en los que Disney ha absorbido innumerables compañías más pequeñas, Netflix fue pionero de la transmisión en línea de películas y series, Amazon se unió a la fiesta (siendo la compañía de una de las personas más adineradas del mundo); y por la parte del mapa perteneciente a los video juegos tenemos a compañías como Microsoft y Sony absorbiendo desarrolladoras y publicadoras por diestra y siniestra.

Esta es la acción y efecto que se define bajo el término tan usado en el mundo de la política… Centralización.

De repente no tenemos artistas, mentes explosivas y almas apasionadas a la cabeza de un gran porcentaje de los proyectos venideros dentro del cine, la televisión y el “gaming” …

Por el contrario, tenemos corporaciones encabezadas por personas que, al final del día, son negociantes y quieren lo que todo negociante desea. Ingresos.

La desafortunada realidad es que ante la inconveniencia de que la palabra final le pertenezca a un tiburón corporativo, las limitaciones que existen a la hora de los creativos poderse expresar y gozar de un presupuesto al mismo tiempo son virtualmente laberínticas.

Este fenómeno crea una especie de división cultural en donde muchos creativos, a modo de conservar su dignidad y la integridad de su trabajo, rechazan ciertas ofertas hechas por estas compañías, las cuales con mucha frecuencia bailan al son de presupuestos bajos, fechas de compromiso abusivas, condiciones de trabajo precarias, y en muchos casos, exigencias para la toma de decisiones creativa por parte de corporativos ajenos al oficio per se.

Por otra parte, este mismo fenómeno causa una cierta capacidad de oportunidades para aquellos que aspiran a ser creativos, que no han incursionado a tanta profundidad dentro de una industria consolidada, y que más a menudo que no, dan el brazo a doblar con facilidad ante los caprichos de esos insaciables peldaños corporativos.

De aquí es, precisamente, de donde sale la narrativa que muchos de inclinación conservadora y libertaria suelen exponer, en la cual alegan que “existe una agenda política detrás del entretenimiento moderno”.

Acusación con la cual no estoy 100% de acuerdo, pero que sin embargo encuentra refuerzo a la hora que se expone la relación entre las mega corporaciones del entretenimiento y ciertos bandos políticos y organizaciones gubernamentales a lo largo del mundo.

Pero entonces… Diversidad e inclusión.

Una vez expuesto el contexto bajo el cual planeo dirigirme a la problemática, es donde introduzco la tendencia cultural en cuestión al tema.

La diversidad y la inclusión, en papeles, consiste en crear oportunidades de exposición artística para minorías que son verbalmente acusadas de “oprimidas”, entre las cuales con mucha frecuencia vemos “personas de piel negra, etnicidades distintas, preferencias sexuales distintas, o un nivel de atención compulsivo hacia la parte femenina del elenco” …

¿Es la inclusión por si sola algo que pudiese en X o Y contexto considerarse negativo? No.

A menos que esté viviendo debajo de una piedra, no recuerdo una época en la que las películas, series o video juegos expuestos por el mundo del entretenimiento occidental hayan constado de un 100% de sus colaboradores siendo hombres heterosexuales, cisgéneros, de piel blanca, ojos azules y pelo rubio.

La diversidad y la inclusión es algo que ha existido desde el inicio de las artes visuales e imágenes en movimiento como tal en alguna capacidad.

Por lo regular, es la actitud de twitteros con muy poco que hacer, el buscar doblegar una narrativa en busca de convencer al mundo de que, hasta hace poco, todas las formas de entretenimiento modernas ilustraban personajes que pasaron por una especie de filtro monocromático.

Personas con poco que hacer, con pocos logros, que han hecho poco a ningún esfuerzo por lograr sus metas, que sucede que hoy tienen acceso a redes sociales y a la validación plástica de extraños… Y que hoy día encuentran maneras de retroalimentar la noción de que la sociedad tiene una inclinación a hiper rechazarlos por X o Y razón.

Volviendo al tema…

Estos son los mismos personajes que hoy se pueden ver celebrando una cultura de diversidad vacía y poco gratificante en la forma de antagonizar opiniones despectivas en las redes sociales.

Sucede y viene al caso, que gracias a la centralización corporativa por la que ha pasado el entretenimiento, y a una mano de obra artística extremadamente diluida, entre las opciones para ganarse cuan pocos dólares puedan hacer con facilidad es la de reiniciar, rehacer, secuelar o readaptar propiedades intelectuales de culto con audiencias por su gran parte maduras.

De primer plano, ninguna de estas ideas parece ser algo de lo que debamos preocuparnos o mostrar pesimismo.

Por el contrario… No es menos que placentero para un niño de los 80s o 90s, el sentir un estímulo nostálgico al ver nuevamente, y bajo la bendición de los avances tecnológicos, a aquellos personajes que nos entregaron las mejores experiencias de nuestra niñez y adolescencia.

Cosa que, por mucho debate que se arme al respecto, representan gran parte de las experiencias cognitivas y sinápticas que nos han definido como seres humanos. Existe un valor sentimental muy real.

Pero entonces, todo se va al carajo…

Cuando nos damos cuenta que quienes nos están ofreciendo este viaje al tren de los recuerdos tienen estándares sumamente bajos, presupuestos limitados, condiciones de trabajo precarias y niveles de cariño cuestionables por las propiedades y personajes designados para un proyecto.

Ya sea la última trilogía de “Star Wars”, o la versión de 2016 de los “Caza Fantasmas”, Hasta adaptaciones de Netflix como “Death Note”, o “Cowboy Bebop” … Son obras que, desde lo artístico y lo creativo, dejan mucho que desear.

No creo que me de lo que resta de año para mencionar todos los episodios de la historia del entretenimiento en el que una adaptación dejó un amargo en el paladar de los seguidores de la cultura popular.

Compañías multimillonarias con acceso a todo el presupuesto del mundo y a los creativos más influyentes y flamantes; prefieren arriesgarse a reducir costos y dejar un producto final en las manos de quienes claramente tienen poca experiencia, o son simplemente mediocres.

¿Pero porqué…?

Fácil… Cobran menos y dan el brazo a doblar en las decisiones que toman. Son, muy por lo literal, artistas carentes de anarquismo y de identidad propia a través de la cual puedan expresarse sin la influencia de terceros. Lo cual resulta irónico…

El detalle interesante surge en el momento en el que, a veces desde la promoción inicial del producto, tenemos tanto productores como miembros del elenco hablando en escalas de alardeo sobre “el nivel de diversidad e inclusión de nuestro proyecto”.

Dicha afirmación, con una frecuencia casi ensayada, viene acompañada de arremetimientos y comentarios despectivos por parte de personalidades comúnmente insufribles hacia personas bajo la identidad de heterosexuales, hombres y etnicidad “blanca”; a modo de buscar responsabilizar de una manera generalizada por injusticias de la historia que se traigan a colación en determinado momento; y alegar un nivel de “justicia social” algo infantil.

Imagínense comportarse despectivamente con los alemanes de manera indiscriminada por los crímenes cometidos por Hitler hace más de 70 años… Exacto.

De una manera antagónica e inmadura, los mismos miembros del equipo de producción muestran proactividad en tomar la primera línea ofensiva y rechazar a quienes no muestren validación ante los comentarios.

En primer plano… Realmente importa poco. ¿Por qué diablos se supone que me debe afectar lo que piense un extraño que ni me conoce ni paga mis facturas?

Caemos en cuenta de la gimnasia mental en cuestión en el momento del lanzamiento

Una vez vemos el producto en cuestión que con semejante arrogancia se estuvo promocionando, vamos teniendo una idea del modus operandi de preferencia.

Casi el 100% de estas propiedades intelectuales dejan a la audiencia cortos en emociones, y con mucho que desear.

Historias sumamente vagas, desarrollo de personajes por debajo de lo pobre, vestuarios poco elaborados, efectos especiales de tercera, y, no menos importante… Diversidad, inclusión y “tokenismo”.

Una cultura que tiene alrededor de 6 años buscando algún tipo de proliferación a base de antagonizar audiencias exigentes en tempo de acusaciones de racismo, homofobia, misoginia y, por muy gracioso que pueda parecer, votar por Donald Trump. No bromeo.

En un universo paralelo donde esto haya sucedido un par de veces, es tan sencillo como pasar la página y dejar que los responsables sigan masturbándose la mente en el olvido.

La realidad, desafortunadamente, es otra. Son 6 años de tendencias y patrones de comportamiento sumamente consistentes, y tan repetitivos que rayan en lo cómico.

Hoy día en el actual 2022…

Hemos presenciado desastres de relacionamiento público entre los cuales podemos mencionar la serie de Obi-Wan Kenobi, la adaptación a “live action” de “Cowboy Bebop”; y más recientemente, ejemplares como “The Rings Of Power (Los Anillos De Poder)” y el tráiler o avance de la adaptación con actores de “La Sirenita”.

Son 4 ejemplos recientes en los que el patrón o fórmula de promoción y relacionamiento público son exactamente el mismo:

  1. Adaptación o secuela de una propiedad intelectual de culto.
  2. Mostrar un elenco diverso en el que haya prominencia de la presunta “diversidad e inclusión” … Y con frecuencia, personajes tokenizados con cambios de color de piel, etnicidad, género u orientación sexual.
  3. Presenciar al equipo de producción, mayormente actores, destaparse en entrevistas y hablar proactiva y preventivamente sobre como el equipo de producción y la compañía les advirtió sobre la recepción “racista, misógina u homofóbica” que tendrá el proyecto por parte de “fanáticos cuarentones de piel blanca”.
  4. Avances y tráileres con deficiencias de producción, bajo nivel de detallismo, y alto nivel de exhibición de aquellos que banderean la diversidad dentro del proyecto.
  5. Salen reseñas y comentarios de la prensa convencional con puntuaciones ridículamente altas y comentarios sobre el nivel de virtuosismo y mensajes sociales pertinentes a la “realidad vigente” que trae la propiedad intelectual.
  6. Ver como en la semana del lanzamiento en cuestión, efectivamente, una enorme mayoría de seguidores, de todos los colores, olores y sabores, se quedan con mucho que desear en múltiples aspectos de la confección artística multidimensional del proyecto en cuestión.
  7. Presenciar como el equipo de producción, con lanzallamas en mano, causa revueltas y estragos en Twitter a base de acusar a quienes tengan críticas negativas de racistas, misóginos u homofóbicos.

Enjuague y repita…

No bromeo… Ese es, sin exageraciones, el paradigma cronológico que han tenido un gran porcentaje de las propiedades intelectuales de Hollywood que se jactan de “progresistas” o de “educar a las audiencias”. O al menos eso dicen…

Me parece de muy mal gusto militarizar a miembros prominentes de un elenco para salir a armamentarse con su identidad de «minoría» en un porte antagónico y en defensa de un producto que queda muy por debajo del umbral.

Así mismo como estoy sumamente en contra de los «trolls» de Twitter atacando personalmente a las estrellas que traen a la vida a las adaptaciones tokenizadas en cuestión (ya que, después de todo, de lo único que son culpables es de sumarse a un proyecto con estándares cuestionables)… Así mismo estoy en contra de que las mismas sean quienes tengan que ser primero un personaje, y luego un saco de boxeo para las críticas y reseñas de una audiencia insatisfecha por la incompetencia adminsitrativa y creativa de quienes alegan preocuparse por las minorías.

Mujeres como Moses Ingram (Reva) o Halle Bailey (La Sirenita) no fueron menos que víctimas de un chiste de muy mal gusto… En el cual se les invitó a ser el símbolo de inclusión de productos sin sustancia y sin calidad de vida.

Entonces… Digo yo…

Realmente será tan difícil por parte de estas mega corporaciones multimillonarias, que alegan desvivirse por engrandecer a las minorías marginadas, tomar un paso al reverso y auto analizar la situación de una manera objetiva… ¿Como lo hace todo artista…?

¿Veremos realmente una época en la que, en el mismo son de propiedades como “Juego De Tronos”, la cual con todo y una gran presencia de diversidad sexual y racial, logró adueñarse de las audiencias y ser la última gran propiedad de culto; estas compañías empiecen a ser respetuosas de la creatividad y decisiones de los artistas, y permitirán la creación confección de material de calidad, o en su defecto, ¿nuevas propiedades intelectuales en las que dichas minorías vean prominencia?

¿En qué momento empezamos, al igual que en aquella época donde existía diversidad y pasión por el arte, a ofrecer oportunidades realmente significativas para creativos venideros de dichas minorías?

¿En qué momento engrandecemos a las personas de color, mujeres o de la comunidad LGBT; con algo más que adaptaciones, secuelas y reinicios super holgazanes de material ya existente?

Yo, desde lo personal, confio en, y sueño con un mundo, en el que podamos disfrutar de un entretenimiento donde existen personajes creativos, con sustancia, con encanto, con buenas historias y con un desarrollo convincente; que puedan ser traídos a la vida por las minorías que titanes financieros como Disney, Amazon, o Netflix tanto alardean defender.

Pero para eso… Hace falta una salpicadura de magia, varios granitos de arena, y corazones ligeros.

Mis 2 centavos a la situación…

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1 COMENTARIO

  1. Excelente nota de opinión, te felicito sinceramente, muy buen análisis, exposición de ideas y argumentos. Como opinión personal, la conspiración es real, el objetivo de la inclusión forzada, la multiculturalidad y la exaltación de las minorías, es debilitar los nacionalismos frente a la avanzada globalista de re ingeniería social para manipular a la población con diversos fines.

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