Assassin’s Creed tiene casi década y media dando agua de beber y siendo el estándar de gameplay sigiloso dentro de las tantísimas entregas de juegos de rol de acción que salen con el paso de los años.
Ya por encima de la docena de entregas para distintas plataformas desde PC y Play Station/Xbox hasta consolas portátiles, la propiedad intelectual se ha mantenido refrescando las particularidades de la jugabilidad y agregando nuevos aspectos interesantes para mantenernos entretenidos por horas y horas. Salvo la excepción de los últimos 2 juegos, en especial Odyssey; Assassin’s Creed se ha mantenido narrando diversos episodios de la historia en torno a la Orden de Asesinos y su batalla contra los peldaños sociales y políticos más oscuros y recónditos de dichos puntos históricos, que siempre convergen en la Orden De Los Templarios y su afán por tener control absoluto de las sociedades; paralelo a una historia del día presente donde la Orden de Asesinos pasa por una situación de desventaja notablemente compleja.
Si bien es convenio general entre los amantes más entregados de la franquicia el hecho de que Assassin’s Creed 2, y la historia de Ezio Auditore Da Firenze son simple y llanamente inigualables, fuera de cualquier debate; ya sea por el nivel de impacto argumental que tuvo este juego, o por el hecho de que dió un salto sumamente drástico en reinventar lo que juegos como Splinter Cell, Hitman, Ninja Gaiden y Metal Gear Solid en un pasado habían propuesto como gameplay sigiloso; hay una entrega más reciente, que en nuestra opinión, posee una mayoría inigualable de aspectos que un juego de Assassin’s Creed al sol de hoy debería tener Assassin’s Creed Unity.
Una larga y entretenida entrega desarrollada durante la Revolución Francesa donde jugamos como Arno Dorian, hijo de Charles Dorian; antiguo miembro de la Orden Francesa, cuya pertenencia no fué del conocimiento de su predecesor hasta años después de su muerte a manos de “Shay Patrick Cormac (Assassin’s Creed Rogue)”.
Arno juega un papel muy similar al de Ezio Auditore, lo cual desde el vamos crea un cierto sentimiento de nostalgia. El asesino, en sus años de juventud a lo largo de Unity, tiene una personalidad encantadora y chistosa; que sin embargo esconde un pasado oscuro y deseos de venganza por la muerte tanto de su padre como de su empleador/padre adoptivo, Francois De La Serre. Y a lo largo del juego experimentamos junto al protagonista un ciclo de crecimiento tanto como miembro de una Orden que busca Libertad y equidad, y como ser humano que supera los demonios de su pasado luego de arduas lecciones.
Assassin’s Creed Unity es la entrega que está más cerca del balance perfecto entre una jugabilidad sigilosa y estratégica, al igual que acción y movimiento en el momento que el sigilo deja de ser una opción. En este punto de la saga, seguimos teniendo acceso a asesinatos que eliminan a nuestros oponentes de un ataque sin provocar alarmas, independientemente de un sistema de nivel humilde que, sin embargo, sirve como señal de alerta para que el jugador sepa con quien meterse y con quien no en las primeras 20-30 horas de gameplay. A esto se agrega la aparición repetitiva de herramientas estratégicas como bombas de humo, bombas de gas venenoso, pistolas y navajas voladoras; que nos agregan una cantidad generosa de versatilidad a la hora de aproximarnos a situaciones que requieren algo más que presionar botones.
De igual manera tiene el sistema de “parkour” y acrobacias que luego de superar dificultades técnicas de lanzamiento, termina siendo el más sólido, fluido y argumentable de la franquicia completa. Dándonos la habilidad de navegar a través de ciudades como París, Versalles y la Francíada; con un sin número de posibilidades, desde los techos, hasta las paredes externas y el interior de las diferentes estructuras, residencias y establecimientos de la época. Esto nos dotaba de una cantidad virtualmente infinita de posibilidades para escapar como si fuese por arte de magia.
Desafortunadamente, Assassin’s Creed Unity fué la víctima de un aterrizaje sumamente forzoso; ya que tuvo docenas sobre docenas de errores técnicos y fallos que impedían la jugabilidad por completa en su versión de lanzamiento. Fué una situación tan severa que las reseñas se vieron dramáticamente afectadas por ello. Y subsecuentemente, la cantidad de personas dispuestas a darle una oportunidad post-mantenimiento al juego redujo igual o más que la cantidad de personas que perdieron la disposición de comprarlo.
Si bien mucha gente, algunas dueñas de opiniones poco fundamentadas y mal aterrizadas, dirán que Ubisoft de por si es famoso por este tipo de inconvenientes, o que el equipo de desarrolladores fue plenamente incompetente durante el desarrollo del juego. Todo parece indicar que hubo una serie de eventos desafortunados que se se salieron de las manos y el control de todo el mundo.
Para empezar, Unity venía con una cantidad de cambios bastante intrínseca en la jugabilidad y la manera en la que funcionan los diferentes esqueletos dentro de AnvilNext, motor de desarrollo de su propiedad. Esto sugiere que un modelo de trabajo y períodos de prueba y error más minuciosos iba a ser mandatorio. Cualquiera en su sano juicio podría despejar que tanto el presupuesto como el personal involucrado en el desarrollo iban a requerir de mejoras numéricas.
Sin embargo, este no fue el caso, sino todo lo contrario. Assassin’s Creed Unity fué lanzado exactamente un año más tarde de la exitosísima “Assassin’s Creed 4: Black Flag”, lo cual ya sugiere que hubo trabajo bajo presión como diríamos en Dominicana: “Por un tubo y 7 llaves”. Para colocar la cereza sobre el pastel, en este período de un año no solo se desarrolló Unity, sino una expansión ambiciosa para Assassin’s Creed Black Flag, al igual que un segundo juego que serviría como conclusión al arco argumental de Black Flag y como prólogo a la historia de Assassin’s Creed Unity. Estamos hablando del infravalorado “Assassin’s Creed Rogue”; en el cual jugamos como el Asesino americano convertido a Templario “Shay Patrick Cormac”, quien opera bajo la tutela de “Haytham Kenway (Assassin’s Creed 3; hijo de “Edward Kenway” de Assassin’s Creed Black Flag).
Rogue fué infravalorada precisamente porque las promociones y demostraciones de jugabilidad se enfocaron mayormente en Unity, presentando a Rogue como una secundaria que podríamos jugar para ampliación de context argumentative. A esto se le suma que es relativamente corto en horas de juego. Lo cual nos lleva a la opinión de que tanto por el parecido de jugabilidad como por su longitud, debió ser reintegrado a Black Flag como una expansión de cierre; por no decir que tendría el potencial de ser una secuela.
Imaginen la euforia y la alegría que debía existir en las oficinas de Ubisoft cuando les informaron del plan de trabajo de los próximos meses…
Dicen las malas lenguas, que el desenlace de esta situación trajo como consecuencia un repensamiento total de la manera en la que se trabajaban los juegos de la franquicia. Y esto va desde la brecha de 2 años entre una entrega y otra que hemos visto en las últimas 3 entregas, al igual que el cambio drástico en jugabilidad debido a que los jefes de desarrollo de Ubisoft, dada la existencia de nuevos títulos como “The Witcher 3: Wild Hunt”, se inclinaron hacia la conclusión de que ese tipo de gameplay estaba perdiendo fuerzas y aceptación por parte de los jugadores y aficionados de la franquicia.
Sin embargo, esto no jugó completamente a su favor. Ya que una mayoría vocal de la base de jugadores de Assassin’s Creed han sido abiertamente críticos del hecho de que las últimas entregas a penas se sienten como parte de la franquicia en términos de narrativas y jugabilidad. A medida pasaron los años, el nivel de apreciación por entregas “OG” como Assassin’s Creed 2, Assassin’s Creed 4: Black Flag, y Assassin’s Creed Unity ha crecido de manera exponencial. Porque tienen precisamente esa mística y particularidad que separaba a Assassin’s Creed de los demás RPG’s de acción.
Al sol de hoy, Unity ya ha pasado por una cantidad generosa de actualizaciones de mantenimiento tanto para eliminar errores técnicos, como para mejorar el rendimiento del juego. En el día presente es un videojuego extremadamente sólido, con una jugabilidad increíblemente entretenida, cientas de horas de gameplay a disposición, y una historia tan cautivadora que nos hace llorar por la ausencia de una secuela.
Si bien el juego sigue teniendo sus imperfecciones y detalles diminutos faltando, que entregas anteriores ya tenían (Ej: Movimiento de cadáveres y provocación sónica desde puntos de escondite), es indudablemente la entrega que, por lo objetivo, está más cerca de ser “El Assassin’s Creed perfecto”; con un porcentaje muchísimo más alto de características en conjunto que una de estas entregas debería tener.
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